Cada obra de esta exposición ha sido creada por tres personas distintas. La primera en actuar fotografío los rostros de cada integrante del colectivo artístico Andar de Nones, hizo un primer retrato. Sobre ese retrato original, reducido digitalmente a mancha de negro sobre blanco de lienzo, semejante a la silueta que deja la pintura sobre esténcil, otras dos personas intervinieron plásticamente utilizando pintura, tela, hilo, objetos, … hasta conseguir el resultado final; lo hicieron mano a mano, conjuntamente, compartiendo tiempo y especio de creación. Una de estas dos personas es, precisamente, la retratada inicialmente, alguna o alguno de los integrantes de Andar de Nones; la tercera persona en cuestión (hasta trece) es un artista que reside en la ciudad de Zaragoza, en España.
La realización colectiva de una obra de arte no es nada nuevo, basta recordar los talleres adscritos, o no, a un artista relevante; en la lista pueden aparecer desde los talleres de Giotto o Rafael, hasta el actual de Jeff Kons.
La novedad esta vez, ligada a algo que podríamos llamar experimentación, viene dada por un hecho prácticamente inédito, que es la confluencia en una sola obra del retrato y del autorretrato, y es que retrato y autorretrato han sido, por definición, términos excluyentes.
La historia del arte abunda en retratos y no tanto en autorretratos. El retrato surge de la necesidad individual y social de representar al otro y, sobre todo, de ser representado por el otro, la necesidad de que alguien nos mire, nos admire, y afirme o confirme cómo somos. Afirmación no siempre compartida, ahí está el ejemplo de El Aretino, amigo de Tiziano, que reprochó al artista no haberle retratado todo lo bien que él esperaba; criticó, en concreto, no haber sabido reproducir el reflejo de los terciopelos de su vestido. No hay que ir tan lejos en el tiempo, cualquiera de nosotros, ante un dibujo, una pintura o una fotografía que nos ha hecho otra persona, hemos pronunciado alguna vez la fatal sentencia: «no me has sacado bien».
«Sacar bien» ha querido decir durante siglos que la representación se pareciera lo máximo posible al original. El dibujo, la pintura, la escultura, mejor dicho, dibujantes, pintores y escultores se esforzaron por conseguir esa mímesis, desarrollaron técnicas casi prodigiosas para asegurar la pretendida fidelidad entre el modelo y su representación, hasta que llegó la fotografía y mejoró lo que parecía inmejorable, la obra de Rembrandt, Goya, Velázquez…
Lo que siguió después puede leerse como una derrota del dibujo, la pintura y la escultura frente a la fotografía o como una liberación: las artes antiguas ya no estaban obligadas a buscar su crédito en la excelencia del parecido.
Así, a partir de los inicios del siglo XX, un retrato puede crear una realidad y no limitarse a reproducirla. Lo mismo sucederá con la representación de objetos y de la propia naturaleza. El cambio fue revolucionario y las nuevas formas del arte liberado, que durante más de un siglo han visto nacer movimientos de la importancia del cubismo, surrealismo, expresionismo, art brut o pop-art, son las que han hecho posible la obra de este Combo que ahora contemplamos.
Las formas artísticas han cambiado, radicalmente, lo que no ha cambiado es la necesidad de, al menos, dos personas para la creación de un retrato; dos personas que, obligadamente, tienen que establecer una relación que cabe dentro de la expresión de «de tú a tú», y es que en el momento de retratar y ser retratado hay un desvanecimiento temporal del «yo», quien retrata se interesa por el «tú» del retratado; quien es retratado confía plenamente en el «tú» que le está retratando.
El acto de retratar es reconocer, ni más ni menos, que el otro existe.
Esta tradición milenaria corre peligro de desaparecer frente a la escandalosa irrupción del selfi. Cada vez que nos «disparamos» a nosotros mismo estamos renunciando a que el otro nos retrate. ¿Ya no nos fiamos de la mirada ajena?
El selfi invierte la relación cuantitativa entre retratos y autorretratos, no hace falta sacar la calculadora para saber que ya hay (en papel o en la nube) más autorretratos que retratos. ¿Tiene esta manera de retratarse algo que ver con la de Frida Kahlo o Leonora Carrington, por poner dos ejemplos casi contemporáneos? La respuesta es no, Kahlo y Carrington buscaban y conseguían en sus autorretratos parecerse solo a ellas mismas; los selfis envían el mensaje contrario: me parezco a todo el mundo. El yo que ya no se fía de otro quiere ser, gracias al selfi, como todos los demás.
Los artistas de Andar de Nones se han autorretratado mientras otros artistas a su lado los retrataban, han confiado plenamente en el otro mientras intentaban, y lograban, representarse a sí mismo como seres únicos. Estamos hablando de arte.
Grassa Toro para Combo
Enero 2023
CRÉDITOS:
Organiza:
Asociación TEAdir-Aragón.
Financia:
Ayuntamiento de Zaragoza.
Coordinación y producción:
Cristina Laborda, Gejo de Sinope.
Comisariado colectivo
Andar de Nones, Cristina Laborda y Gejo de Sinope.
Diseño gráfico:
Natalia Volpe.
Textos:
Carlos Grassa Toro.
Obra:
Ana Moros de la Fuente, Ana Urbina González, Borja Bolea Delgado, Carlos Gutiérrez Ibañes, Cayo, David Delgado Cabrejas, Federico Contín, Gejo, Gonzalo Ferreró, Helena Santolaya, Isabel Bosque Galve, Javier García Roco, Javier Remirez, Manuel Cereza Turmo, María Pilar Rey Martín, Martín Giménez Laborda, Mercy Rojas, Nuria Asenjo Larrosa, Pilar Serrano, Samanta Carolina Gómez Morales, Sara Jotabé, Silvia Roche Pastora, Violeta Bourret Lacouture, Yahdih Brahim Abdala.
Fotografía:
Javier Roche
Pieza audiovisual:
Ángela Gutiérrez-Crespo González
Música:
Coconut-Almirante Bloom
Montaje:
Centro Joaquín Roncal.
Agradecimientos:
Espacio Torreón
CPA Salduie